Depresión en la mujer: lo que sucede en la relación de pareja y en los hijos

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Madre deprimida y efectos en los niños

La canal es una psicopatología que puede ocurrir en mujeres después de un embarazo. Muy a menudo es una condición preexistente que tiende a manifestarse al final del período gestacional. La aparición de episodios depresivos puede ser antecedente o estar relacionada con factores de familiaridad con uno de los padres. El cerebro femenino también está condicionado, según algunos científicos, entre ellos Louann Brizendine, por factores hormonales que inducen cambios notables en su estado de ánimo.





¿Qué es la depresión?

Es un alteración del estado de ánimo caracterizado por apatía, desinterés, sensación de vacío, inhibición ideacional-verbal, enlentecimiento motor, tristeza continua, cansancio y falta de energía o mal humor e irritabilidad, ansiedad. La patología se manifiesta por un período continuo hasta convertirse en una condición frecuente y no se refiere a situaciones 'naturales' como el duelo, un evento desagradable o particularmente estresante del cual el estado de ánimo depresivo es una consecuencia normal. La vivencia de la depresión es necesaria para procesar algunas situaciones ya que define su desapego y nos permite superar el evento. En otras ocasiones, sin embargo, la condición psicológica se convierte en un estado psicológico real para persistir en el tiempo.



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¿Por qué afecta a las mujeres?

Louann Brizedine (2007) sustenta una tesis neurocientífica según la cual el estrógeno, la progesterona, la testosterona, la oxitocina, el cortisol, la vasopresina, la dhea, la androstenediona, la alopregnenolona son hormonas liberadas durante las diferentes fases del crecimiento de la mujer e inevitablemente afectan su estado de ánimo. De la conformación del cerebro depende la capacidad de establecer lazos de profunda amistad, la capacidad de resolver y calmar conflictos así como la mayor habilidad verbal, a diferencia de los varones. Por tanto, es evidente que la fase fetal, la infancia, la pubertad, la madurez sexual, el embarazo, la lactancia, el puerperio, la perimenopausia, la menopausia y la posmenopausia están fuertemente ligadas a la presencia o ausencia de estas hormonas.



Más concretamente, durante el embarazo se produce un fuerte aumento de progesterona y estrógeno y la mujer es propensa a tener más interés en el hogar y el apoyo familiar, desarrollando menos interés en la carrera y el éxito. Estas hormonas tienen la capacidad de inhibir los circuitos de estrés del cerebro y de sedar el cerebro.

Amamantamiento se caracteriza, en cambio, por la producción de oxitocina y prolactina, dos hormonas que llevan a la mujer a ser más sensible poniéndola al servicio del 'cuidado materno'. En esta situación, la mujer tiene menos interés por la sexualidad y tiende a proteger a la descendencia. Al mismo tiempo, durante el crecimiento de los niños, la madre desarrolla una mayor preocupación por los pequeños y produce una mayor actividad de los circuitos cerebrales de estrés, ansiedad y vínculos afectivos. Es pues evidente que una disminución de estas hormonas produce una descompensación psicofísica considerable.

¿Cómo se involucra también el socio?

Uno de los principales síntomas de la depresión es la anhedonia, que es la incapacidad del sujeto para sentir placer en actividades que generalmente podrían ser gratificantes como dormir, comer, relacionarse y tener ganas de tener relaciones sexuales. Esto determina un retiro paulatino de actividades que involucran también al otro, específicamente al compañero, excluyéndolo de los contactos y acercamientos afectivos. Esto conduce a la indiferencia que siente con dolor por parte de la pareja que, en cambio, quiere acercarse e interactuar. La relación, por tanto, sufre un grave desvío que a la larga conduce a la insatisfacción y, en consecuencia, a la separación.

Al principio, la situación despierta una reacción de ira que luego se convierte en acusaciones persistentes y pesadas que a la larga son insoportables. Está claro que la pareja deprimida tenderá a defenderse culpabilizando al otro por no comprender, pero sobre todo comunicándole el desamor hacia él. Así es como las relaciones fracasan ya que cada uno considera lo que pasó a nivel personal sin poder ser objetivo. Convivir con una persona con problemas anímicos, convivir con una persona con problemas emocionales no es fácil ya veces te enredas en dinámicas retorcidas de las que es difícil salir. También en este caso es bueno contactar a una persona competente que pueda intervenir y acompañar a la pareja en un proceso de curación constructivo y decisivo.

Lo que sucede en la familia y en la relación con los hijos

La depresión no es una condición que deba subestimarse, ya que con el tiempo podría convertirse en una forma de enfermedad grave. Por eso es importante hablar de ello e intervenir a tiempo. La transmisión intergeneracional deja claro que el trastorno temprano en la infancia puede estar ligado a la presencia de una psicopatología en el cuidador, es decir, el progenitor que cuida al niño. Tiempo extraordinario un estado de ánimo deprimido tiende a afectar la relación madre-bebé de una manera profunda. De hecho, sucede que la ausencia de estímulos o energía vital que transmite la madre priva al bebé de afecto y satisfacción de necesidades básicas. Ahora se sabe que no solo necesita alimentarse, sino también sentir el contacto que le permita apoyar su desarrollo psicológico a través de la atención, los intercambios afectivos, la elocuencia, los mimos y los abrazos.

Si el niño no recibe todo esto, también él sentirá carencias y carencias a nivel afectivo y relacional. A menudo sucede que deja de sonreír, para satisfacer sus propias necesidades poniendo en primer plano las necesidades de los demás y creando lo que Winnicott considera el 'falso yo', es decir, algo que no se corresponde con la forma real de ser del individuo sino que se utiliza a sí mismo para relacionarse con los demás. Su vida refleja una sensación de inutilidad subjetiva, un vacío, de inexistencia. Algunos estudios (Archives of General Psychiatry) también han informado que la depresión materna puede implicar la presencia de Trastornos conductuales y antisociales en el niño.. Si la madre no tiene fuerzas para levantarse de la cama, si tiene un trastorno depresivo después del parto y en los años siguientes es evidente que se descuida la infancia del niño. A su vez, el niño manifestará su malestar con depresión o con conductas perturbadas como expresión de su malestar interior.

Un niño con una madre deprimida tiene más dificultad para relacionarse que otros, es más sensible, introvertido, tímido, ríe poco o nada y es poco probable que juegue y se involucre en el desempeño del grupo-clase. Su estar en el mundo está siendo 'fatigante', carente de emociones y difícil de experimentar, con ausencia de mimetismo y expresiones faciales, distante del mundo real y perdido en el propio. La farmacoterapia, muchas veces útil en estos casos, puede ayudar y apoyar una intervención psicoterapéutica dirigida tanto a la madre como al propio niño.

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