
La hepatitis viral en el embarazo es un problema muy frecuente y tiene numerosas implicaciones en el campo de la medicina materno-fetal. Para una mujer embarazada es muy importante tener conocimiento de cualquier contacto con los virus de la hepatitis A, B y C porque pueden transmitirse al feto a través de varios canales: por ejemplo, la barrera placentaria, el canal del parto y la lactancia (solo en el caso de la hepatitis B y C).
Para ello es necesario que la futura mamá se someta a pruebas específicas a través de las cuales sea posible identificar los virus responsables de la infección. En los más modernos protocolos de asistencia al embarazo, una Control de HbsAg, que permite la detección del virus de la hepatitis B, a través de un análisis de sangre que, de ser positivo, demuestra la capacidad infecciosa de la mujer.
ESTE EXAMEN debe realizarse al inicio del embarazo y repetirse entre la semana 33 y 35 de gestación para prevenir la posible transmisión del virus al recién nacido durante el parto. La investigación del HBsAg tiene la ventaja de identificar madres con hepatitis B (las más temibles desde el punto de vista del riesgo de transmisión al feto), y mujeres portadoras sanas del virus.
Los virus de la hepatitis B y C tienen características muy similares entre sí y difieren notablemente del virus de la hepatitis A tanto en términos de curso clínico como de pronóstico. Si se contrae durante el embarazo, la hepatitis B y C puede ser muy peligroso para el feto.
La transmisión materno-fetal puede ocurrir a lo largo de la gestación, aunque en la mayoría de los casos ocurre durante el parto. Las dos patologías en mujeres embarazadas se manifiestan con características clínicas no muy diferentes a las de las mujeres no embarazadas. Alrededor del 10% de los pacientes ella no desarrolla la enfermedad pero se convierte en una portadora sana muchas veces sin ser consciente de ello, fuente de contagio no solo para el feto sino también para las personas que lo rodean. El paso del virus a través de la placenta puede ocurrir en todas las etapas del embarazo, aunque el riesgo de infección para el feto es particularmente alto cuando la hepatitis materna se presenta de forma aguda en el último trimestre del embarazo.
El virus, como ya se mencionó, puede transmitirse al feto incluso en el momento del parto. Otra fuente de transmisión, aunque menos frecuente, puede ser la lactancia materna, ya que parece que el HBsAg está presente en la leche en alrededor del 70 % de los casos. Sin embargo, para que ocurra la transmisión oral, el virus debe tener una carga viral muy alta. Los riesgos para el niño por el contacto con el virus pueden ser muy graves: en la mayoría de los casos el niño se convertirá en portador crónico, pero también es posible que desarrolle formas leves de la enfermedad o, en los casos más severos (afortunadamente también raros), formas severas de enfermedad del hígado (enfermedad del hígado).
También hay que decir que el virus B se ha asociado con la aparición de cirrosis y hepatocarcinoma y un riesgo muy grave para el recién nacido es precisamente el de desarrollar este tipo de enfermedades. Todos los niños nacidos de madres HBsAg positivas, es decir, potencialmente infectadas, son sometidos a tratamiento preventivo con inmunoglobulinas y vacuna dentro de las 12 horas posteriores al nacimiento: la asociación de la vacuna con gammaglobulinas permite prevenir la infección del recién nacido en el 90-95% de los casos y permite a la madre amamantar al niño sin riesgo de transmisión del virus.
En cuanto a la madre, la prevención se hace únicamente con inmunoglobulinas. La hepatitis A en el embarazo es muy rara, al igual que la posibilidad de que la infección se transmita al feto. Sin embargo, si la infección materna ocurre de forma aguda en el tercer trimestre de gestación, el riesgo de parto prematuro es mayor. En el caso de que la madre también contraiga la infección cuando se acerque el momento del parto, el virus puede transmitirse al recién nacido a través del canal del parto. En caso de infección, la terapia consiste en la administración de inmunoglobulinas tanto a la madre como al recién nacido y la lactancia materna, si las condiciones de la madre lo permiten, no está contraindicada. El curso de la enfermedad es similar al de las mujeres no embarazadas y puede incluir fiebre, astenia, artralgias e ictericia mientras que puede tener síntomas más severos en mujeres con una condición de desnutrición preexistente (esto es lo que ocurre con frecuencia en países subdesarrollados) . El virus de la hepatitis A suele tener un cuadro clínico modesto en niños y más grave en adultos. Como principal medida preventiva contra la hepatitis A, los médicos recomiendan vacunarse antes de planear un embarazo
Beatriz Spinelli